¿Por qué nos gustan cosas diferentes? ¿Hay gustos mejores que otros? Hume y el Estándar del Gusto

 

¿Existen gustos mejores que otros?

David Hume y la Norma del Gusto


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¿Por qué a algunas personas les gusta una obra, paisaje, película, canción o persona,  y otras la encuentran horrible? Responder que porque el gusto es relativo sería dar una respuesta circular, pues precisamente eso es lo que estamos preguntando: ¿Por qué existen diferentes gustos?


Cualquiera con un poco curiosidad se ha hecho esta pregunta. David Hume intentó responderla en su ensayo El estándar del Gusto (1757). —-Si quieres saber más de este filósofo te dejamos una liga en la parte superior derecha de tu pantalla con más de nuestros videos. 







La respuesta de David Hume a la pregunta del gusto debe entenderse en el contexto de su Tratado de la Naturaleza Humana, es  parte y quizá una ilustración de su filosofía de las emociones y filosofía moral. A continuación te ofrecemos una simplificación de ella, pero es muy interesante y es una respuesta clásica sobre la cuál se han elaborado teorías más sofisticadas.  


A Hume no sólo le interesaba resolver por qué existen diferentes gustos, sino también por qué aceptamos esa afirmación al mismo tiempo que aparentemente también aceptamos qué hay obras artísticas mejores que otras. Es decir, si aceptamos qué hay algunas obras mejores que otras, ¿entonces no deberíamos rechazar que el gusto es relativo? O si el gusto es relativo, ¿no deberíamos rechazar que existen obras mejores que otras? Vamos a revisar la respuesta de Hume en tres partes: su subjetivismo estético, su propuesta sobre el estándar del gusto, y su opinión sobre la educación del gusto. 



1. Subjetivismo estético

Aunque uno conozca a pocas personas es fácil darse cuenta que cada una tiene diferentes opiniones respecto a las artes visuales, la comida o la música. Parece obvio que el gusto sea subjetivo.


Además, Hume señala que cuando las personas coinciden en gustos muchas veces sólo lo hacen de modo superficial. Aunque coincidieran en que una comida sabe horrible, o que la música que están escuchando es mala, si les preguntamos qué quieren decir por “mala” o “horrible”, descubriremos que cada uno podría darle un significado diferente a esas palabras. Y si les preguntamos cuáles cosas son horribles, y cuáles no, también podríamos descubrir que enlistarán diferentes cosas. En otras palabras: aunque las personas aparentemente suelen coincidir en sus gustos, si se explora un poquito más podríamos decir que esa coincidencia no es más que un espejismo lingüístico. 


¿Qué quiere decir filosóficamente que el gusto es subjetivo?

Hume sostiene que en la ciencia, al menos en principio los desacuerdos se pueden resolver apelando a nuestras observaciones y a las de terceros. Pero  en cuestiones de gusto no hay nada fuera de nosotros,  es decir, nada objetivo,  que pueda ayudar terminar con la controversia. Hume defiende que la belleza está en la mente de quien la percibe. Por lo tanto, percibir la belleza o la fealdad no es percibir algo en el objeto. Es más bien algo parecido a tener un sentimiento respecto a esa cosa. Y el punto es que si no se tiene referencia a algo externo a uno mismo, entonces cualquier afirmación sobre la belleza o fealdad de un objeto siempre será correcta.  Por eso, de acuerdo con Hume, el gusto como el juicio sobre la belleza es algo que no se puede disputar. 


Defender que el gusto sea subjetivo parece trivial, algo que todo mundo damos por sentado. Pero Hume considera otra cuestión que parece aceptable en términos de sentido común y que es contradictoria con que el gusto sea objetivo: que existe un estándar  del gusto. 


2. Existe un estándar del gusto

Así como parece obvio que el gusto es subjetivo. Hume señala que también parece obvio que hay obras artísticas, literarias  mejores que otras. Esto lo aceptamos y por eso no nos sorprende que existan  concursos que las comparen y valoran. Los concursos también ocurren  en la gastronomía y en el mundo del vino. 


Pero entonces, ¿cómo puede ser que aceptemos que el gusto sea subjetivo y al mismo tiempo también aceptemos qué hay cosas mejores que otras?  En otras palabras, si hay cosas mejores de otras, ¿entonces por qué aceptar que el gusto es subjetivo? 


He aquí uno de los problemas clásicos de la estética, y la respuesta de Hume sigue generando controversia —aunque la formulara antes de que existiera el término ‘estética’. 


Hume considera que  es imposible llegar a un estándar o norma del gusto. Sin embargo, también acepta qué hay obras, o experiencias que la mayoría de nosotros consideramos más placenteras que otras.  ¿Cómo conciliar estas dos afirmaciones? Su respuesta a muchos les parece de sentido común, pero en el mundo de la crítica del arte es una posición muy controvertida.


La idea de Hume es que las obras de arte son creadas de acuerdo con reglas para agradar. El desarrollo de estas reglas -continúa Hume-  ocurrieron a través de la historia, son algo contingente, que pudieron no haber ocurrido. Pero en este mundo sucedieron y el arte se desarrolló del modo que lo hizo para producir objetos que para la mayoría resultan placenteros. Y esto  sucede porque todos los seres humanos estamos, argumenta Hume, constituidos más o menos del mismo modo. Es como si las obras de arte fueran un resorte que disparara  la sensación de belleza en los espectadores


Esta respuesta de Hume es controvertida porque sugiere que aunque el gusto es subjetivo, las artes se han desarrollado por medio de ensayo y error hasta encontrar fórmulas que tienen por consecuencia agradarle a la mayoría de las personas, que compartimos una naturaleza humana

Si

Suponiendo que Hume tuviera razón en este punto,  entonces ¿Por qué no apreciamos las obras del mismo modo?  Hume responde que ésto se debe a que los espectadores no estamos en las condiciones adecuadas para apreciar las obras


A veces las circunstancias personales nos impiden hacerlo, como cuando nos cae mal un autor, o no estamos de acuerdo con sus creencias.  A veces porque tenemos un mal día, y estamos de malas. O a veces por cuestiones más elementales, como que la obra no está colocada en un lugar con buena luz, o en un sitio adecuado, o porque no le dedicamos el tiempo suficiente para apreciarla. 


Para que los resortes estéticos funcionen, debemos tener las ciertas condiciones necesarias, y de acuerdo con Hume unas de ellas las podemos adquirir educando a nuestro gusto. En la parte final de su ensayo nos da unas recomendaciones aparentemente triviales pero que hoy siguen generando controversia. 


3. EDUCARSE EN EL ARTE

Hasta aquí Hume propone que aunque el gusto es subjetivo el arte se ha desarrollado para encontrar fórmulas que tienden a agradarnos a todos. Si esto no es lo suficientemente controvertido, además propone que si algo no nos gusta quizá muchas veces no sea por cuestión de gusto, sino porque no estamos suficientemente educados en nuestra apreciación estética. 


Y es que -de acuerdo con Hume- muchas veces no estamos entrenados en siquiera separar la apreciación estética de la simpatía o antipatía que tenemos por el autor de una obra o por sus ideas. Por ejemplo, muchos encuentran difícil apreciar obras producidas en la Segunda Guerra Mundial por Alemania, como la película El Triunfo de la Voluntad. O algunos juzgan la obra de un autor por sus escándalos personales. Otras veces, nos advierte Hume, ni siqueira le dedicamos el tiempo o el temperamento necesario a la obra en cuestión, ni la revisamos dos veces.


Esta perspectiva es muy diferente a algunas teorías de arte contemporáneas, que sugieren que díficilmente hay principios  sobre el arte que pudieran compartir casi todos los hombres, o que han defendido que valorar la obra estética simplemente por sus  elementos formales es muy ingenuo. 


En realidad Hume no rechaza que deban ignorarse las circunstancias históricas de la obra para poder apreciarla. En la Norma del Gusto hace una serie de recomendaciones para poder sintonizarnos con la obra, y en ella recomienda imitar a los expertos en arte y considerar la circunstancia cultural de la obra y el público a quien originalmente estaba dirigido. 


Lo que parece subrayar es que debemos intentar suprimir el ruido que entorpece el funcionamiento de los resortes estéticos de la obra. Esto podría lograrse eliminando -en la medida de lo posible - prejuicios sobre los autores y revisando la obra más de una vez, así practicando la contemplación de obras del mismo género, o incluso intentando crear obras del mismo tipo que estamos apreciando Estas prácticas nos capacitarán para hacer discriminaciones más finas en nuestra apreciaciones estéticas. Hume recomienda cultivarlas para estar en condiciones de apreciar las obras con la  delicadeza adecuada. Pero también advierte que ni siguiendo estos consejos se garantiza una uniformidad en el gusto porque puede haber divergencias debidas a la edad y temperamento de los evaluadores. Es decir, defiende el subjetivismo estético al mismo tiempo que intenta ponerle un freno al relativismo estético. 


Por último Hume señala algo que hoy también resulta muy controvertido sostener: apelar a nuestro sentido común. De acuerdo con Hume el sentido común nos puede orientar para saber cuál era el propósito original de la obra y evaluar si este propósito se  consiguió. 


Hoy en día esta tesis hoy es muy controvertida en varias razones: en primer lugar porque no todo mundo defiende que exista un sentido común, en segunda porque tampoco se cree que el valor estético de una obra esté vinculado con el propósito de su autor, y en tercera porque también se ha defendido que en realidad el valor de las obras puede relacionarse con las interpretaciones libres y personales que la audiencia sconstruye con la obra, y que éstas interpretacoines pueden estar divorciadas de las intenciones del autor. Eso sin mencionar lo controvertido que es defender que una respuesta estética es un efecto de un simple efecto de un estímulo.  Aún así algunos encuentran atractiva esta propuesta de Hume, sobre todo al evaluar ciertas obras que, al menos desde el sentido común, parecen estéticamente poco valiosas. Tal es el caso de Avelina LESPER, por ejemplo, cuando critica obras artísticas como el Vaso Medio Vacío de Wilfredo Prieto u otros objetos artísticos indiscernibles con objetos cotidianos. 


Es interesante mencionar que ésta tesis está volviéndose a sopesar tomando sconsideraciones de las ciencias cognitivas. 


En resumen: 

Hume defiende que en sentido estricto el gusto es subjetivo porque no hay algo contra lo que la belleza o la fealdad se pueda comparar. Pero también defiende qué existen “algunos principios generales del gusto uniformes en naturaleza humana” , y que cuando  no se cumplen no se debe necesariamente a lo subjetivo del gusto, sino a que los tasadores de una obra no tienen las condiciones para apreciarla.


¿Estás de acuerdo? ¿Crees que existe un principio del gusto y también que el gusto es subjetivo? Si es así, ¿cómo conciliarías estas afirmaciones?  Deja tus comentarios en el video. 



Bibliografía:

La Norma del Gusto, David Hume

Hume Standard of Taste, N. Carroll


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