Capítulo VI. 6.2 Epistemologá de la virtud
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Virtudes epistémicas (adquiridas): rasgos como la prudencia, la apertura intelectual o la diligencia al evaluar evidencia.
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Facultades cognitivas (innatas): percepciones, memoria, razonamiento o intuición, cuando funcionan adecuadamente en su entorno.
El caso del termómetro roto sirve nuevamente para aclarar esta idea. Si obtienes una creencia verdadera porque alguien manipula la temperatura para que coincida con lo que lees, tu creencia no proviene del uso correcto de tus facultades cognitivas, sino de una interferencia externa. En cambio, si observas un termómetro que funciona bien y tu vista capta correctamente la lectura, entonces tu creencia verdadera sí es producto de tu habilidad cognitiva y puede contarse como conocimiento.
Así, la virtue epistemology/epistemología de la virtud combina lo mejor del confiabilismo con una dimensión “agencial”: no basta con que el proceso sea fiable en abstracto; el sujeto debe ser el protagonista del éxito cognitivo, obteniendo la verdad gracias a su propio desempeño intelectual, no por coincidencia.
El confiabilismo, entendido adecuadamente como una suerte de epistemología de la virtud, puede, por tanto, contribuir a captar la idea de que el conocimiento implica un éxito cognitivo atribuible al agente.
La idea central de esta versión del confiabilismo es que uno debería llegar a la verdad de forma fiable debido a alguna cualidad que posee, en lugar de simplemente porque forma su creencia de manera fiable (donde la fiabilidad puede no tener nada que ver con ninguna cualidad cognitiva que se posea, como ocurrió en el caso del termómetro averiado).
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