Epistemología 8.2 Reduccionismo (Qué es esa cosa llamada conocimiento?)


Reduccionismo y el problema del testimonio

Si el conocimiento testimonial nos preocupa —si la posibilidad de que otros se equivoquen o nos engañen mina la confianza en aquello que “sabemos gracias a otros”— una primera reacción natural es intentar anclar todo testimonio en evidencia no testimonial. Es decir:

“Solo debo creer lo que otros dicen cuando tengo evidencia independiente, basada en mi propia experiencia, de que esta persona o fuente es fiable”.

A esta estrategia se le llama reduccionismo. Su idea central es: la justificación del testimonio se reduce a evidencia personal previa. No basta con creer porque alguien lo afirma; debemos tener razones no testimoniales para confiar en esa fuente.

David Hume es el gran antecedente histórico de esta postura: la confianza en el testimonio se gana porque en el pasado hemos observado que, en general, la gente es honesta y que sus palabras coinciden con los hechos.

Pero Pritchard muestra un problema profundo con el reduccionismo usando el caso de The Truman Show.

Truman y el fallo del reduccionismo

Según el reduccionismo, Truman está justificado cuando cree cosas “locales”:

  • Que la tienda está abierta.

  • Que su vecina vive enfrente.

  • Que hoy llueve.

¿Por qué?

Porque Truman puede verificar directamente esas creencias o confirmar que la gente que se las transmite suele acertar en este tipo de datos locales.

Pero el reduccionismo se desmorona en las creencias no locales, por ejemplo:

  • Que la Tierra es redonda.

  • Que existen otros países.

  • Que el Sol es una estrella.

  • Que su ciudad forma parte de un planeta.

Estas creencias no puede verificarlas con su experiencia personal. Y lo más grave: que sus fuentes sean fiables en asuntos locales NO implica que lo sean en asuntos globales.

El mismo principio aplica para nosotros: — Tu médico puede ser un experto en medicina, pero eso no la convierte en una fuente fiable sobre electricidad o historia del arte.

Así, Truman no tiene motivos independientes para confiar en lo que sus fuentes dicen sobre temas que él no puede verificar.

Y si aplicamos el reduccionismo estrictamente… nosotros tampoco.

No podemos comprobar personalmente cientos de cosas que creemos saber: historia, astronomía, geografía, biología, economía, física.

Somos, en ese sentido, epistémicamente iguales a Truman, atrapados en nuestra dependencia del testimonio.

La conclusión devastadora es:

Si el reduccionismo fuera correcto, entonces sabemos muchísimo menos de lo que creemos saber. Probablemente casi nada.

Por eso Pritchard concluye que el reduccionismo, aunque intuitivo, colapsa: no puede justificar la enorme cantidad de conocimiento testimonial que tenemos.


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