Epistemología 10.2 Respuestas al problema de la inducción


Respuestas al problema de la inducción

Una vez que Hume destruye la posibilidad de justificar la inducción sin caer en circularidad, hay que preguntarse: ¿y ahora qué hacemos? 

Hay dos grandes estrategias para enfrentar el problema, cada una con serias implicaciones para la epistemología contemporánea.

1. No necesita justificación

La primera respuesta es casi un acto de fe filosófica: sostener que la inducción no necesita justificación. La idea es que no todas nuestras prácticas epistémicas deben tener fundamentos racionales explícitos; algunas son tan básicas —como respirar o confiar en la memoria inmediata— que simplemente forman parte de nuestra forma de pensar.

Según esta línea, la inducción sería una de esas prácticas fundamentales que operan “desde abajo”, sin requerir validación. Pero, como bien señala Pritchard, esta postura parece ad hoc y poco satisfactoria para quien busca una explicación racional más profunda.

2. Funciona, de hecho (externalismo epistémico)

La segunda estrategia es más sofisticada y proviene del terreno del externalismo epistémico. En vez de exigir que tengamos buenas razones para pensar que la inducción funciona, el externalista propone que basta con que de hecho la inducción sea confiable. 

Bajo esta mirada, lo que importa no es la justificación interna del sujeto, sino si el método —la inducción— tiende a producir creencias verdaderas en condiciones normales. Así, aunque no tengamos acceso consciente a una justificación no circular, nuestros razonamientos inductivos pueden considerarse justificados si participan en un proceso fiable.

Esta estrategia, sin embargo, tiene un precio: los internalistas epistémicos no la aceptan. Según ellos, una creencia sólo está justificada si el sujeto tiene buenas razones accesibles para sostenerla. Pero, dado que Hume muestra que no hay razones no circulares para creer que la inducción es legítima, el internalista queda en una posición extremadamente incómoda: tiene que aceptar que prácticamente todas nuestras creencias inductivas carecen de justificación, desde la ciencia hasta las inferencias cotidianas.

Pritchard hace evidente que el dilema es profundo:

o aceptamos que la inducción está justificada aunque no sepamos por qué (externalismo)
o aceptamos que la mayor parte de nuestro conocimiento es injustificado (internalismo)

No hay salida fácil. El problema de Hume sigue siendo una de las grietas más inquietantes en los cimientos de la epistemología.

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