Falsacionismo y el intento popperiano de escapar del problema de la inducción
Después de presentar el problema de la inducción en su forma más devastadora —la tesis humeana de que no existe ninguna justificación no circular para las inferencias inductivas—, Pritchard introduce una de las respuestas más influyentes y radicales del siglo XX: la propuesta falsacionista de Karl Popper.
Para Popper, la gran falla de la filosofía anterior consistía en suponer que la ciencia se basa en verificar o apoyar mediante observaciones los enunciados universales, tal como ocurre en un razonamiento inductivo. Popper rechaza esa idea desde la raíz. Según él, la ciencia no utiliza la inducción, nunca la ha utilizado y nunca la necesita. Con ello, Popper intenta un movimiento audaz: eliminar el problema en vez de resolverlo.
La estrategia es la siguiente:
- La ciencia no confirma teorías, sino que formula hipótesis arriesgadas, generalizaciones ambiciosas, que luego somete a pruebas diseñadas no para apoyarlas sino para destruirlas.
- El objetivo no es encontrar evidencia favorable, sino buscar contraejemplos.
- Si se encuentra un contraejemplo auténtico, entonces —y aquí está el punto crucial— la inferencia hacia la falsedad de la hipótesis es deductiva, no inductiva.
Pritchard ilustra la propuesta con el famoso caso de los emús:
Hipótesis (H): Todos los emús son incapaces de volar.
Contraejemplo potencial: Encontrar un emú que pueda volar.
Si realmente encontramos un emú volador, entonces podemos inferir de manera estrictamente deductiva:
-
Existe un emú volador.
-
Si existe un emú volador, entonces no es cierto que todos los emús son incapaces de volar.
Conclusión: No todos los emús son incapaces de volar.
Si esto fuera correcto, el problema de Hume perdería su fuerza, porque la ciencia no se apoyaría en la inducción. Así, la epistemología científica quedaría salvada sin concederle nada a Hume.
Pero Pritchard explica que el intento popperiano enfrenta dos problemas devastadores.
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