Epistemología 10.4 Problemas al falsacionismo

Continuación del capítulo de Pritchard sobre Falsacionismo 

1er problema: entonces sabemos muy poco

Si aceptamos la idea popperiana de que la ciencia sólo produce conocimiento cuando una hipótesis es falsada, entonces el alcance de lo que realmente sabemos se vuelve sorprendentemente estrecho. Bajo ese marco, únicamente conocemos aquellas hipótesis que han demostrado ser falsas; en cambio, la mayor parte de lo que consideramos conocimiento científico cotidiano consiste en generalizaciones que simplemente no han sido refutadas.

Tomemos un caso sencillo: ¿sabemos que todos los emús son incapaces de volar? Para Popper, la respuesta tendría que ser negativa. Una afirmación universal de ese tipo nunca puede confirmarse mediante observaciones favorables, porque eso exigiría algún tipo de inducción, y es justamente eso lo que Popper rechaza. Así, conocemos que una hipótesis es falsa cuando encontramos un contraejemplo; pero no podemos afirmar que una hipótesis verdadera lo sea, ni siquiera que tenga una probabilidad razonable de serlo.

El resultado es llamativo: el falsacionismo, llevado a sus consecuencias más estrictas, parece desmantelar buena parte del conocimiento científico tal como lo practicamos. Podríamos saber que “no todos los metales se dilatan con el calor” si apareciera un caso que desmintiera la regla; pero, en ausencia de tal caso, nunca podríamos afirmar con seguridad que todos los metales se dilatan. La eliminación popperiana de la inducción implica también la pérdida del conocimiento positivo universal.

2do problema: la falsación no es tan deductiva como supone Popper

La tesis de que un solo contraejemplo basta para abandonar una teoría parece potente, pero es mucho menos simple de lo que su formulación sugiere.

Si una científica afirma haber visto un emú volando, no abandonaríamos de inmediato la hipótesis universal. Antes evaluaríamos alternativas razonables: que la observación fue defectuosa, que las condiciones eran poco claras, que el animal pertenecía a otra especie, o incluso que lo que parecía vuelo era en realidad un planeo desde cierta altura.

Duncan Pritchard enfatiza aquí un punto crucial: ninguna observación actúa de manera aislada, como si pudiera imponerse sin mediación conceptual. Para aceptar un supuesto “contraejemplo”, debemos confiar en la percepción, asumir que el objeto está correctamente clasificado, suponer que no hubo error instrumental y descartar diversas hipótesis auxiliares.

Si esto es así, entonces la falsación tampoco es puramente deductiva. Depende de un entramado de supuestos empíricos e incluso de razonamientos con tintes inductivos. Popper pretendía ofrecer un camino estrictamente crítico que evitara el problema humeano de la inducción, pero el procedimiento que describe no consigue desligarse de ese trasfondo. La supuesta pureza deductiva se vuelve difícil de sostener cuando la práctica científica exige evaluar la confiabilidad de mediciones, instrumentos, clasificaciones y contextos de observación.

Popper nos deja, en última instancia, una imagen valiosa de la ciencia como empresa crítica y audaz, pero su propuesta no logra resolver dos tensiones fundamentales:

  1. La ciencia no puede prescindir de la inducción, aunque sea una inducción matizada y sostenida por marcos teóricos.

  2. La falsación misma se apoya en supuestos empíricos que no pueden justificarse únicamente mediante deducción.

Si esto es así, la aportación de Popper quizá describa con fidelidad cierta actitud crítica imprescindible en la investigación científica, pero no ofrece la justificación racional completa que pretendía frente al desafío planteado por Hume.








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